Contra los poderes del infierno

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La serie «Entre profesionales» de la Fundación EUK Mamie-HM Televisión, está publicando un bloque de programas en las que se da a conocer la existencia y la acción del demonio.

D. Javier Luzón Peña —autor del libro «Las seis puertas del enemigo. Experiencias de un exorcista»— nos introduce en el ministerio del exorcismo. Este libro es un manual dirigido a laicos y sacerdotes para aclarar muchas cuestiones sobre las que, por desgracia, hay un gran desconocimiento.

 

Entre otras cosas este filósofo, teólogo y exorcista señala que, aunque en el actuar de Jesús y de los apóstoles estaban muy presentes la sanación y la liberación, por distintas circunstancias, esta actividad se abandonó dentro de muchos ámbitos de la Iglesia sobre todo a partir del s. IV. Fue el momento en el que el cristianismo pasó a ser religión estatal y, por lo tanto, ya no había la necesidad de expulsar demonios y hacer milagros para probar que era la Iglesia verdadera. De todos modos, no se abandonó totalmente. Por eso, ha habido épocas en las que se ha ejercido más este ministerio y otras en las que apenas se ha tenido en cuenta.

No obstante, hay que entender que es un ministerio que Jesús realizaba. Y esto era una novedad en la historia de la humanidad porque ni siquiera los profetas expulsaron demonios. Elías y Eliseo resucitaron muertos, pero nunca expulsaron los demonios. El primer exorcista de la historia de la humanidad es Jesucristo. Y Él dio este poder a sus apóstoles, y es un poder que da a su Iglesia: «Los que crean (no sólo los sacerdotes, sino los que crean) expulsaran demonios y sanaran enfermos imponiéndoles las manos».

Los ministros —es decir, los obispos, sacerdotes y diáconos— por la ordenación reciben este poder. Lo que sucede es que, como ha habido un abandono de este ministerio tanto de sanación como de liberación, es un poder muy desconocido.

El experto señala que, en la actualidad, los exorcistas se ven saturados debido a la gran demanda que hay, pues cada vez son más las personas afectadas por el uso que se hace de prácticas de la Nueva Era, del abandono de la vida cristiana y de la irrupción de costumbres animistas y de brujería de pueblos procedentes de culturas africanas y sudamericanas.

Entre otros datos revela que, por ejemplo, en Francia, país muy racionalista, en los últimos años han nombrado 90 exorcistas. Lo cual da un índice de la tremenda demanda que hay.

Don Javier Luzón señala que, el ataque normal del demonio se dirige al espíritu, para que nos alejemos de Dios, pero que también ataca al cuerpo, y este es el tema del ministerio de la liberación.

Comúnmente se piensa que la persona que tiene una posesión o una influencia es porque ha hecho algo para que esto se produzca. Pero no siempre es así. En ocasiones la persona es víctima de algo de lo que ella no tiene culpa ninguna, y por eso es importantísimo hacer un proceso de discernimiento.

Existen siete tipos de ataques, siete afecciones preternaturales contra los humanos. Tres son a objetos, plantas y lugares: es lo que se llaman infestaciones. Cuatro ataques son directamente a las personas. Y son:

-    Las vejaciones, como en el caso del Cura de Ars, al cual golpeaba;
-    La opresión o influencia diabólica, que ya es algo más íntimo y puede consistir en enfermedades inexplicables, bloqueo, ofuscación, amarres. Se reza, desaparecen y la persona vuelve en sí;
-    La obsesión diabólica, que es algo todavía más íntimo, y por las cual la persona se obsesiona con ciertos temas que el médico dice que no entran dentro de su ámbito de competencia;
-    Y la posesión, que es cuando los demonios, porque suelen ser varios, toman posesión del cuerpo de la persona.

 

¿Por qué lo permite Dios?

A veces ha sido el interesado o la familia la que ha autorizado a los demonios a atacar. Otras veces no, sino que la persona es víctima de eso, como le pasó al Santo Job, o el caso de Anneliese Michel, de la que se ha hecho la película «El exorcismo de Emily Rose». Es una chica santa, joven, a la que la Virgen le revela que Jesús estaba permitiendo eso para que, en pleno siglo XX, ante la Alemania materialista, diera testimonio de la presencia del espíritu. O también santa Gema de Galgani, san Pío de Pietrelcina, o santa Teresa de Calcuta, que fue exorcizada en el lecho de muerte, porque el médico diagnosticó que su cuadro clínico no correspondía con lo que le estaba pasando. Ella no tenía posesión, tenía influencia.

El caso es que, cuando estas personas se liberan, el Señor les deja un gran poder de intercesión contra los ataques diabólicos.

En los exorcismos se derrota a los demonios alabando, dirigiéndonos a Dios, no a los demonios. No hay que darles protagonismo, cosa que ellos pretenden.

 

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