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Adviento con María

Para Abelardo la contemplación del Adviento y de la Navidad no es abstracta, descarnada: se centra en la consideración del Verbo de Dios que se hace hombre, semejante a nosotros,  nacido de Mujer. Nos presentará siempre a María, su Madre, como la mediadora que nos introduce en el misterio de Jesucristo, su hijo.

En esta meditación, Abelardo de Armas nos muestra a María y a José camino de Belén. Van en recogimiento, sintiendo los efectos de la pobreza. Sus pasos, más que a Belén, se dirigen a Dios, que es hacia donde caminan los santos. Nos enseñan también a amar el sacrificio, la humillación y la pobreza, ¡imitémosles!

 

 

Esta vez Abelardo de Armas, en «Adviento con María», nos pone delante de la Madre, de nuestra Madre. Subraya la necesidad que tenemos de contemplar el rostro de María, que fue el primer rostro que vio Jesús. Nos exhorta también a imitarla y a ver en este Niño toda la benignidad de Dios.

 

 

En esta reflexión de «Adviento con María», Abelardo de Armas explica, partiendo de cómo María fue purificada por las dudas de San José, que si queremos ser santos, el Señor tiene que esculpir a golpes la figura de su Hijo en nosotros con el dolor, el sufrimiento y la purificación para poder ser de Dios, todo de Dios, solo de Dios, siempre de Dios.

 

 

En esta meditación, Abelardo de Armas reflexiona sobre cómo este niño es signo de contradicción. Unos lo reciben y otros lo rechazan; aunque Él a todos ama y por todos nace y muere. El niño de Belén nos invita a hacernos pequeños y volver a la casa del Padre, mientras sus ojitos llorosos y sus bracitos en cruz parecen decirnos: «El Amor no es amado».

 

 

Abelardo de Armas, en esta reflexión de «Adviento con María», explica que Navidad es un misterio de amor, ternura y bondad de Dios para con el hombre. Oculta su grandeza para que te acerques a Él sin temor. Se ha hecho pequeñín para que en su debilidad resplandezca mejor su fortaleza. Pero no se puede percibir su ternura si somos duros con cuantos nos rodean.

 

 

Para hacer esta meditación, Abelardo de Armas nos presenta el cuadro de «La Virgen de la faja» de Murillo. Y se pregunta, «¿Quién temerá acercarse a este Niño que se nos da en manos de una Virgen? ¿Quién podrá penetrar en el corazón y los sentimientos de este Niño?». Santa María de Belén, Madre silenciosa del Verbo que calla, hazle crecer en nuestras almas.

 

 

En esta meditación, Abelardo de Armas hace una comparación entre la Navidad y la Eucaristía. Dice que Navidad es un misterio del amor de un Dios que se nos entrega hecho Niño y la Eucaristía prolonga este misterio de fe y Dios se nos da hecho pan. En Belén estaba en un pesebre sucio, en la Eucaristía la suciedad es nuestro corazón manchado y endurecido, aunque arrepentido y hambriento de su paz.

 

 

En esta meditación de «Adviento con María», Abelardo de Armas explica cómo María forma parte esencial del misterio de Salvación. Si Satanás trazó un plan para perdernos, Dios trazó el suyo para salvarnos y alejarse del influjo maternal de la Virgen María, es ir a la muerte.

 

 

En esta meditación, Abelardo de Armas reflexiona sobre las palabras “Hágase – Estar”. En ellas ha quedado rubricada la santidad de la Reina de todos los santos. Ser santos es, más que hacer la voluntad de Dios, convertirse en voluntad de Dios. Ésta es la excelsa santidad de la Virgen, quien nos admira al verla siempre actuando por designio divino. Quien clave los ojos en María, encontrará en Ella el modelo a imitar.

 

 

 

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