La confesión

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Asistí hace poco al funeral y entierro de una persona muy conocida en la ciudad. El templo estaba a tope y me causó muy buena impresión el sacerdote que presidió la concelebración porque, antes de distribuir la comunión a los fieles, dijo, más o menos: “Se recuerda a todos los asistentes a esta misa de exequias, especialmente a los que no frecuentan los sacramentos, que no hay obligación de acercarse a recibir en comunión el cuerpo del Señor. Los que vayan a hacerlo, que examinen antes su conciencia ante Dios, y que no se acerquen si no cumplen las condiciones requeridas: ayuno de una hora y no tener conciencia de pecado grave. Que hagan en lugar de la comunión sacramental un acto de deseo de recibir al Señor, una comunión espiritual, y le será muy provechoso para su alma.” Cuando uno piensa que en celebraciones más o menos masivas, como bodas, primeras comuniones, funerales, etc., se está convertiendo en algo normal el acercarse a comulgar sin confesar antes los pecados mortales, no puede menos que admirar la claridad y caridad de aquel sacerdote al que me he referido. ¿Qué piensa usted?

 

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