Canonizado por Juan Pablo II, el Padre Pío de Pietrelcina se nos muestra como un acabado ejemplo de santidad, mediante una vida llena de experiencias místicas y gracias sobreabundantes, las cuales supo vivir siempre con una fe recia e imperturbable a pesar de las grandes dificultades que en su vida religiosa y espiritual tuvo que afrontar.