- Categoría: La llama de Europa: San Bernardo de Claraval
Bernardo de Fontaines nació en 1090 en el castillo de Fontaine-les-Dijon, en el seno de una familia noble de Borgoña, el tercero de siete hijos. Su madre, Aleth, era una mujer muy piadosa. Cuando estaba embarazada, intuyó, por revelación interior, la vocación excepcional de este tercer hijo. Desde una edad muy temprana, el niño comenzó a sentirse atraído por el silencio y la contemplación y le gustaba leer las Sagradas Escrituras. Este gran amor por el Señor lo hizo estudiar con los canónigos de la iglesia de Saint-Vorles. Una noche de Navidad, Bernardo tuvo un sueño: el pequeño tuvo una visión del Niño Jesús, tras la cual pidió la gracia de permanecer puro. Luego, con el pasar de los años creció y se convirtió en un joven rubio y apuesto, por lo que su familia hizo grandes planes para él. Sin embargo, tras la muerte de su madre, Bernardo renunció a su futuro como caballero y decidió entrar en una vida estricta de ascetismo y oración.
En 1112 Bernardo fue a Cîteaux para hacerse monje. Su familia no estaba de acuerdo e intentó que volviera, pero él regresó solo por unos meses, durante los cuales aprovechó para predicar el ideal de vida cisterciense a su alrededor. De hecho, Bernardo tenía tal carisma que, cuando regresó a la abadía, le acompañaron una treintena compañeros de la nobleza, entre ellos cuatro de sus hermanos.
Tres años después de comenzar la vida religiosa, Bernardo fundó la abadía de Claraval, que puso bajo la protección de la Virgen María. Bernardo fue abad allí durante 38 años, rechazando los honores y las oportunidades que se le ofrecían en otros lugares. Su dedicación al Señor lo hizo redactar la Carta de caridad, junto a otros abades pertenecientes a las primeras fundaciones.
Bernardo era un hombre con gran firmeza e incluso severidad, que nunca dejó de defender la verdad, aunque tuviera que enfrentarse a grandes teólogos de renombre o a la opinión pública errónea. Por ejemplo, se opuso particularmente al pensamiento de Abelardo, en quién veía peligro y herejía, pues consideraba la fe como una simple opinión y la razón como todopoderosa. A propósito de Abelardo, Bernardo se refería diciendo: "un falso católico es más pernicioso que un impío declarado".
La espiritualidad de Bernardo se centraba en la sumisión a la Sagrada Escritura y la entrega a la Voluntad de Dios. Él se confiaba a la Santísima Virgen, mientras sabía reconocer humildemente sus debilidades y faltas. Además, Bernardo sabía cómo tocar las almas con enseñanzas sólidas y profundas que llegaban directamente al corazón. Dicha razón hizo que pronto se hiciera notar por sus cualidades de persuasión, y muy a menudo, la gente le pedía que resolviera todo tipo de problemas y mediara conflictos. De este modo, Bernardo recorrió Europa y participó en asuntos políticos y religiosos de su tiempo: trabajó por la unidad de la Iglesia, por las relaciones con el papado, y así ejerció gran influencia política. Por otro lado, Al ser un hombre contemplativo por naturaleza, Bernardo se hizo predicador por amor y muy reservado. De hecho, solía decir: "Prefiero morir que hablar en público".
Cabe la pena destacar que, por petición del Papa Eugenio III, Bernardo predicó la segunda cruzada. Esta fue precedida de grandes signos y milagros obrados por S. Bernardo, pero él siempre dijo: "No hay ninguna relación entre estos milagros y yo".
Tras una vida de trabajo por Cristo, en todas las áreas, tanto temporal como espiritual murió en el año 1153. Fue canonizado por Alejandro III 21 años después de su muerte, el 18 de enero de 1174. y, en 1830, Pío VIII lo proclamó Doctor de la Iglesia. Su fiesta se celebra el 20 de agosto.





