Jóvenes

Tener las ideas claras es importante para sobrevivir en un mundo que no sigue criterios de verdad y autenticidad. ¡Aprende a vivir en la realidad!

Para qué tanta prisa: Alemania, 18 de agosto (19)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», durante su estancia en Alemania, las luchas de Marta aumentan, pues solo ve dificultades. Está cegada por su egoísmo y lo que le falta es amor. Ha encontrado la mirada de Jesús, y solo tiene que seguirle. ¿Conseguirá María con sus consejos poder ayudarla?

Para qué tanta prisa: Alemania, 16 de agosto (18)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», Marta y María han llegado a Alemania. Marta tiene un dilema: no entiende por qué los hijos tienen que abandonar el hogar. Comienzan a hablar sobre cómo los padres, a veces, se oponen a la voluntad de Dios sobre sus hijos porque esperan ver realizado en ellos lo que ellos mismos no pudieron alcanzar.

Para qué tanta prisa: frontera con Checoslovaquia, 16 de agosto (17)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», nuestras amigas están en la frontera de Polonia y tienen un pequeño percance con unos policías. Por otro lado, Marta ha tenido mucho tiempo para pensar durante las horas de tren, y pone mil justificaciones para no hacer la voluntad de Dios. ¿Dejará que el Señor le rompa la venda que le impide ver?

Para qué tanta prisa: Czestochowa, 15 de agosto (16)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», nuestras amigas han llegado a Czestochowa, en medio de un montón de gente que quería celebrar allí la fiesta de la Asunción. No sabemos qué le ha pasado a Marta, pero después de orar unos minutos ante la Virgen, su corazón ha sufrido una transformación.

Para qué tanta prisa: Austria, 14 de agosto (15)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», Marta está muy enfadada, porque después de ser atropellada por un caballo, mucha gente la mira y se ríe de ella. Cuando se le ha pasado el enfado, comienzan a bromear y contar historias, y María le invita a abandonarse en las manos de Dios sin miedos.

Para qué tanta prisa: camino de Austria, 8 de agosto (14)

En este episodio de «Para qué tanta prisa», Marta y María salen de Italia y van camino de Austria. En medio de una gran aventura que les ocurre en el tren, Marta cuenta sus planes a María y le dice que es indigna de ser llamada por el Señor. María le explica que el Señor elige lo débil para despistar a los fuertes y lo indigno para hacerlo digno.

Para qué tanta prisa: Venecia, 7 de agosto (13)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», durante su estancia en Venecia, María y Marta comienzan a hablar sobre películas, y María aprovecha para contarle a Marta una historia inventada sobre cómo fue el final de la vida del joven rico, una vida llena de tristeza por no haber seguido al Maestro. Marta se da cuenta del fracaso de ese hombre, pero viéndose reflejada en él, prefiere cambiar de tema.

Para qué tanta prisa: Verona, 6 de agosto (12)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», Marta le confiesa a María la realidad de por qué tiene tanto miedo a entregarse a Dios, y es que, está enamorada. Por eso piensa que Dios no le puede pedir otra cosa. María le dice que eso es normal, que todas las personas se enamoran, pero que si Dios le pide la virginidad, también le dará la fuerza para poder vivirlo.

Para qué tanta prisa: Verona, 5 de agosto (11)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», María y Marta están en Verona y visitan la ciudad. Después de un rato, Marta parece agotada y deciden descansar en un camping. Comienzan a conversar sobre la voluntad de Dios respecto de cada hombre y cómo una vocación no es ni mejor ni peor que la otra, sino que llegaremos a la santidad si hacemos aquello que Dios tiene pensado para nosotros.

Para qué tanta prisa: 5 de agosto, en el tren (10)

En este episodio de «Para qué tanta prisa», Marta y María están en el tren. Hablan de cómo los padres tienen que ser generosos si Dios llama a uno de sus hijos porque es un regalo. Cuentan numerosas historias de padres modelo. Los padres tienen que acompañar a sus hijos, aconsejarles, pero no pueden impedir que sus hijos sigan el camino que Dios quiere para ellos.

Para qué tanta prisa: Roma, 5 de agosto (9)

Mientras visitan Santa María la Mayor, en Roma, Marta experimenta algo tan profundo delante de una imagen de la Virgen, que se queda como absorta el resto del día. María lo llama el comienzo de su «viaje a María». Después de largo rato, Marta suelta lo que lleva dentro: tiene miedo a entregar su vida. María le dice que su vida pertenece a Dios, y que Él entregó Su vida en la Cruz por ella.

Para qué tanta prisa: Roma, 3 de agosto (8)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», mientras nuestras protagonistas toman un café en la ciudad de Roma, Marta no deja de pensar en todas las críticas y dificultades que va a sufrir si responde a una hipotética vocación que «claramente ella no tiene». Su amiga María la pide no adelantarse a los acontecimientos y no preocuparse tanto por «el qué dirán».

Para qué tanta prisa: Roma, 3 de agosto (7)

Marta y María están cerca del Panteón, en Roma, y están muertas de hambre. Marta se para delante de una «trattoria» que tiene pizzas de todos los sabores y le suplica a María que compren una. María le advierte que no tienen dinero, pero finalmente le convence. Después, mientras están en el Circo Máximo, hablan sobre la cantidad de personas que entregaron allí sus vidas por el Señor.

Para qué tanta prisa: Roma, 1 de agosto (6)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», Marta y María han llegado a Roma y comienzan a hablar de la santidad. María afirma que para ser santos hace falta querer. Pero Marta no quiere saber la voluntad de Dios, sino que quiere que Dios apruebe sus planes. Se conforma con lo mínimo y piensa que es suficiente.

Para qué tanta prisa: Florencia, 31 de julio (5)

Marta y María salen de Florencia en tren. Las horas pasan mientras tocan la armónica, juegan a las cartas y, como siempre, hablan mucho. Marta piensa que es una persona muy buena, y que no necesita preguntarse qué quiere Dios de ella. Cree que lo que está experimentando es fruto de la casualidad. María le explica que la casualidad no existe, que nada ocurre que a Dios se le escape.

Para qué tanta prisa: Florencia, 30 de julio (4)

En este capítulo de «Para qué tanta prisa», María y Marta siguen en Florencia. Marta comienza a asustarse porque en ella están surgiendo preguntas que nunca se hubiera imaginado que se le pasarían por la cabeza. María intenta tranquilizarla y dar respuesta a todas sus cuestiones, con ejemplos que ella pueda entender.

Para qué tanta prisa: Florencia, 29 de julio (3)

En este episodio de «Para qué tanta prisa», mientras visitan Florencia, Marta comienza a preguntar sobre la vocación y María, que no tiene muchas ganas de responderle, cambia de tema. Pasado un tiempo, Marta vuelve a insistir y María no tiene más remedio que contestarle. En esta ocasión, es a Marta a quien no le conviene la conversación, y la que cambia de tema.

Para qué tanta prisa: Tren con destino a Génova, 23 de julio (2)

Este capítulo de «Para qué tanta prisa», comienza en un tren rumbo a Génova, en el que Marta y María bromean y cuentan chistes. De pronto, Marta comienza a hacer preguntas a María: ¿A quién llama Dios a la santidad? ¿Cómo llama Dios? Son preguntas que todos tenemos en el corazón. ¿Quieres escuchar las respuestas?

Para qué tanta prisa: Ginebra, 16 de julio (1)

«Para qué tanta prisa» comienza con la primera etapa de la peregrinación de nuestras jóvenes protagonistas, en Ginebra, Suiza. Mientras recorren la ciudad, la futura conversa, Marta, comienza a preguntarse sobre la libertad. Su amiga María trata de darle respuestas.

 

Empápate: La felicidad

  • Categoría: Empápate

En el fondo, queremos solo una cosa, la «vida bienaventurada», la vida que simplemente es vida, simplemente «felicidad». A fin de cuentas, en la oración no pedimos otra cosa. No nos encaminamos hacia nada más, se trata solo de esto. Pero Agustín dice también: «Pensándolo bien, no sabemos en absoluto lo que deseamos, lo que quisiéramos concretamente. Desconocemos del todo esta realidad; incluso en aquellos momentos en que nos parece tocarla con la mano, no la alcanzamos realmente». «No sabemos pedir lo que nos conviene», reconoce con una expresión de san Pablo (Rm 8,26). Lo único que sabemos es que no es esto. Sin embargo, en este 'no-saber', sabemos que esta realidad tiene que existir. «Así, pues, hay en nosotros, por decirlo de alguna manera, una sabia ignorancia (docta ignorantia)», escribe. No sabemos lo que queremos realmente; no conocemos esta «verdadera vida» y, sin embargo, sabemos que debe existir un algo que no conocemos y hacia el cual nos sentimos impulsados.

 

 

 

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