Celebración de Adviento

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Introducción:

Sin vivir correctamente el Adviento es muy difícil comprender el misterio de la Navidad. Por eso, la Fundación EUK Mamie – HM Televisión, ha preparado este ritual para realizar una celebración de la palabra de Adviento. Su objetivo es reflexionar acerca de lo que significa el Adviento, y cómo podemos prepararnos ante la inminente venida del Señor.

Esta celebración está planteada para realizarse en los primeros días de Adviento en comunidad, en la Parroquia, con un grupo de oración, en catequesis…

Conviene hacerlo en una capilla en la que se haya preparado ya la Corona de Adviento.

Ritual para la Celebración del Adviento

Aclamación inicial e invocación al Espíritu Santo:

Sacerdote: Venid, adoremos al Señor.
Todos: Meditemos para prepararnos para el Misterio de la Navidad.
Sacerdote: Invoquemos juntos al Espíritu Santo, para que nos permita acoger en nuestros corazones al Niño que llega.
Todos: Y, entendiendo que hemos sido creados como voluntad de Su amor, seamos capaces de corresponderle.
Sacerdote: Encendemos ahora la primera vela de nuestra Corona de Adviento. Y le decimos al Señor: Ven Señor, y no tardes.
Todos: Marana tha. Ven, Señor Jesús.

 (Se enciende la primera vela de la Corona de Adviento).

Sacerdote: Escuchemos con atención la Palabra del Señor en este primer Domingo de Adviento:


Puntos de Oración:

(El sacerdote puede tener aquí unas palabras que iluminen la celebración y disponga a los presentes a vivir con fruto este momento de oración).

Primer Texto para Meditar:

Lector: Es bonito pensar cómo hubiera sido el nacimiento de Cristo si se produjera el 25 de diciembre de este año en nuestra parroquia. ¿Os lo imagináis? Sin duda, entre todos realizaríamos una intensa preparación exterior para tan magno acontecimiento:

el párroco lo estaría anunciando desde agosto;
los niños irían puerta por puerta para invitar a todos a conocer al Niño;
los jóvenes publicarían la noticia en Facebook, Twitter e Instagram;
las mamás prepararían los más suculentos manjares para alimentar a la Sagrada Familia;
los papás trabajarían hasta conseguir preciosos regalos que presentar al Niño;
las abuelas tendrían a punto las mejores galas con que vestirnos;
los abuelos ayudarían a adecentar la casa parroquial...

Muchos preparativos para tener todo a punto para el día del nacimiento.

Pensemos ahora en cómo Dios mismo preparó la venida de su Hijo al mundo. Él, que es un Dios fiel, que jamás ha abandonado a su pueblo sino que, en la libertad de un amor que precede, ha esperado con paciencia nuestro regreso. Un Dios cercano, que demuestra que la historia de la salvación es un itinerario de amor y de misericordia. Un Dios que no se ha encerrado en su cielo, sino que entra en nuestro tiempo a través de un niño. Un Dios que ha ofrecido a su único Hijo para salvarnos.

Consideremos también cómo los padres de Jesús se prepararían para su llegada: La Virgen, modelo de escucha, escuela de vida, existencia totalmente modelada por la Palabra, que nos manifiesta su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor. San José, prometido de María, padre legal de Jesús, hombre justo y fiel a la ley de Dios, íntimamente atento para percibir lo divino, disponible para cumplir la voluntad del Señor.

Hoy comenzamos el Adviento, las cuatro semanas que preceden a la Navidad que la Iglesia establece para preparar la venida del Señor, para recordarnos la orientación que debe llevar nuestro rumbo, hacia el rostro de Dios. Procuremos que las prisas de estos días, las compras navideñas, las celebraciones con compañeros y amigos, no nos hagan perder el profundo valor religioso de estas fiestas. Que lo exterior no nos distraiga. Son signos importantes, pero deben ayudarnos a vivir la Navidad en su sentido cristiano. Que las felicitaciones que nos intercambiemos sean expresión de la alegría de saber que Dios viene a recorrer con nosotros nuestra vida; que, con el encendido de las luces navideñas, nosotros mismos seamos capaces de llevar luz al mundo, para que se sienta redimido; que árbol de Navidad y el belén que pongamos en casa, sean expresiones de nuestra espera, icono del amor infinito que el Padre nos tiene.

 

Visualización  primer vídeo sobre el Adviento:

Sacerdote: Vamos a ver ahora un breve vídeo titulado “Viviendo la espera del Mesías”. Cuántos Advientos se han pasado en nuestras vidas sin que nos diéramos cuenta. Si aprendiéramos a vivir el tiempo de Adviento como la Iglesia espera, cuánto creceríamos espiritualmente. Pero es más, si nuestra vida diaria fuese un Adviento, cada comunión sería una Navidad. Y Dios podría decir: vino a los suyos, y los suyos estaban preparados para recibirle.


Visualización del vídeo sobre el Adviento “Viviendo la espera del Mesías” (tiempo aproximado 3 min):



Canción: (se aconseja en este punto cantar una canción que conozca la comunidad).

 

Segundo Texto para Meditar:

Lector: Junto a la preparación exterior, también deberíamos tener una correcta disposición interior para acoger al Mesías, porque éste que viene no es un niño cualquiera, es el Redentor. ¿Cómo prepararemos nuestro corazón para que sea un latido para Dios?

Durante el Adviento, la Santa Madre Iglesia nos toma de la mano y la liturgia orienta su mirada hacia la meta definitiva: el encuentro con el Señor que vendrá en el esplendor de la gloria. Las cuatro semanas que dura este tiempo litúrgico nos ayudan en esta tarea: la primera está centrada en la venida del Señor al final de los tiempos; en ella, la liturgia nos exhorta a estar en vela. La segunda semana nos invita, por medio de Juan el Bautista, a «preparar los caminos del Señor», manteniendo una actitud de permanente conversión. La tercera semana anticipa ya la alegría por la venida del Mesías, y la cuarta nos habla del advenimiento del Hijo de Dios al mundo a través de María.

Con todo, no podemos olvidar que el Adviento es tiempo de arrepentimiento. Todo ello expresa que, mientras dura, nos falta algo para que nuestro gozo sea completo. Muestra de ello es la austeridad en el ornato del templo y en las celebraciones. En las misas de estas semanas no se reza el Gloria, se reduce la música, los adornos son sobrios; la casulla, morada (salvo en el Domingo Gaudete, que será rosa).

Así que, durante estas semanas, junto con la preparación exterior, tenemos que fortalecer nuestros corazones. El camino que lleva al pesebre es un ejercicio de tonificación de nuestra fe. Que nuestro espíritu se abra a esta invitación de crecimiento interior, que recorramos con alegría el sendero al portal de Belén. Que el Niño Jesús no nos encuentre desprevenidos, ocupados solo en embellecer la realidad exterior. Que el esmero que mostramos en engalanar nuestras calles y casas, nos impulse a preparar mejor aún nuestras almas, para que nuestro encuentro con el Niño sea fecundo. Purifiquemos, pues, nuestra conciencias y abramos nuestros corazones más grande que nunca.

Visualización  segundo vídeo sobre el Adviento:

Sacerdote: Vamos a ver un segundo vídeo que lleva por título “Es preciso que Él crezca”. Tantas veces hemos hablado de “subir” al Cielo, de “escalar” la montaña de la santidad. Y sin embargo, para subir al cielo, para escalar la santidad es preciso descender, morir a nosotros mismos cada día. Por este camino llevó Cristo consigo a su Madre. Que Ella nos lleva por el mismo camino a cada uno de nosotros.

Visualización del vídeo sobre el Adviento “Es preciso que Él crezca” (tiempo aproximado 3 min):

Canción: (se aconseja en este punto cantar una canción que conozca la comunidad).

 

Tercer Texto para Meditar:

Lector: Ya frente al Niño, ¡qué alegría tan inmensa tendremos! La Gloria del Señor hecha carne ante el escándalo del más grande misterio de amor. En Belén se encuentran las expectativas del corazón humano con la presencia de Dios. Una luz que, desde una cueva, irradiará a toda la humanidad. Contemplemos con admiración la entrada del Mesías en el mundo, que dejará 33 años después clavado en un madero, también por tu amor.

Nos hemos encontrado con Dios, ¿no experimentas la serenidad y la alegría? Están destinadas a durar para siempre, solo debemos ser fieles al Señor. Acoged a Aquél que llega. Dios está cerca, Dios está aquí, actuando en nuestra historia personal y pide ser acogido. El Niño nos llama a ser semejantes a Él, debemos imitarlo. Nos ayuda a comprender la forma de actuar del Señor, para que nos dejemos transformar por su infinita misericordia. El Verbo hecho carne se ha donado, se ha dejado coger en nuestros brazos, ¿qué vas a hacer tú por Él?

La Navidad no es un simple aniversario del nacimiento de Jesús, es también la celebración de un Misterio que sigue siendo hoy una realidad, la renovación de la certeza de que Dios está presente con nosotros, todavía «carne» y no sólo lejano. Dios se hizo hombre y sigue siendo hombre. «Hoy nos ha nacido el Salvador»: Al utilizar la liturgia el adverbio «hoy», subraya que este Nacimiento impregna toda la historia, pues supera los límites del espacio y del tiempo, y se vuelve actual, presente, perdura con el paso de los siglos. El Eterno entró en los límites del tiempo y del espacio, para hacer posible «hoy» el encuentro con Él. Dios nos ofrece ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores en Belén, para que Él nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su gracia, con su presencia.

¿Cómo podemos vivir ahora este acontecimiento tan lejano en el tiempo? En la misa, donde nace todos los días el Hijo de Dios. Contemplemos y vivamos así la Eucaristía, centro de la Santa Navidad, en la que se hace presente de modo real Jesús, verdadero Pan bajado del cielo, verdadero Cordero sacrificado por nosotros. Festejemos la salvación del mundo, el nacimiento del género humano. Hoy quedó perdonada la culpa de Adán. Por Éste que ha nacido, seremos admitidos en el cielo.

Visualización vídeo Oración de Adviento:

Sacerdote: Queridos hermanos y hermanas: vivamos este Adviento muy unidos a la Virgen. Lo fundamental en Ella es su unión con el Verbo Encarnado que tiene en sus entrañas, su desposorio con el Espíritu Santo, su esclavitud con el Padre. Vivamos esa unión plena. Digamos en todo momento: “Hágase, Señor según tu palabra”. Dejemos a Dios disponer en plenitud de cada uno de nosotros. Escuchemos ahora esta “Oración de Adviento” compuesta por Abelardo de Armas:

Oración de Adviento:

Inmaculada Madre de Dios:
En la soledad de Nazaret, a solas con tu Tesoro,
adoras, amas, esperas…
Él en tu sagrario virginal…
Tus manos juntas en plegaria…
Un ardor divino da a tus latidos ritmo para dos corazones…
Flor de pureza, fragancia de lirio, amor intacto…
Contigo estoy solo, y espero…
Madre muda del Verbo que calla, enséñame a desaparecer amando.

Aurora que anuncia el día.
Toda la tierra espera el Fruto Deseado.
Pétalos de corola estremecida, tus entrañas virginales…
Dios te salve, María.
Intercede por la Iglesia,
salva al mundo,
compadécete de la juventud,
ruega por tus hijos.
Engendras a UNO sólo y te haces Madre de la multitud.
Madre de la Unidad, intercede por nosotros.

Santa María del Adviento:
Junto a Ti, en el Nazaret de la vida oculta,
estudio, oración, entrega, trabajo, olvido…
Granos de incienso, silencio amoroso.
A todo lo que Él quiera,
responderé cantando como Tú: HÁGASE

Música callada, soledad sonora.
Divino silencio, preludio de eterna armonía.
Escucharé la voz que clama en el desierto.
Me anonadé tomando forma de siervo.
He venido, Padre, a hacer Tu Voluntad.
Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Único.
Y el Verbo se hizo carne.

 

Acción de Gracias final: 

Sacerdote: Te damos gracias, Señor, por las gracias recibidas en esta meditación.
Todos: Te pedimos ayuda para ponerlas por obra.
Sacerdote: Madre Santísima
Todos: Danos un corazón nuevo, para que nazca Jesús.

-Clara Martínez, LHM

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