Las contradicciones de la Iglesia actual: martirio y descristianización

Desde Roma, el Emmo. Card. Mauro Piacenza desde su posición de Presidente de Ayuda a la Iglesia Necesitada (Fundación Pontificia que apoya a los cristianos necesitados o perseguidos por su fe en distintos países del mundo), responde a nuestras preguntas sobre la actual persecución anticristiana que se desarrolla de distintas maneras y a distintos niveles en muchas partes del mundo. Y lo hace desde su autorizada posición Presidente de Ayuda a la Iglesia Necesitada (Fundación Pontificia que apoya a los cristianos necesitados o perseguidos por su fe en distintos países del mundo), que le permite tener un profundo conocimiento de la situación.


Mons. Piacenza comienza analizando el motivo del odio que está en la raíz de las persecuciones contra el cristianismo, que no es otro que ser la única fuerza del mundo que tiene «la verdad y la libertad». Afirma: «Ante todo querría mencionar el motivo mismo del odio, que está en la raíz del comportamiento de ciertos países, y es que el cristianismo —y esto no es un triunfalismo, sino que es la constatación de los hechos— es la única fuerza en el mundo que tiene la verdad y la libertad». El purpurado señala que «la verdad cristiana no se impone a nadie. Esta es la diferencia». Y explica: «Una cosa es imponer la verdad con las armas, incluso con las armas de la persecución mediática, otra es pedir un acto de fe que debe ser libre. El acto de fe cristiano es un acto de fe libre, porque si no hay libertad no hay acto de fe. Esta es nuestra fe. Por tanto, la libertad es la base todo». Es más, esa libertad de conciencia que consideramos hoy en día un derecho fundamental, nació con el cristianismo y fue defendida, en primer lugar, por los primeros mártires del cristianismo.

resu piacenza 2Mons. Piacenza continúa explicando la diferencia entre violación de la libertad, persecución y discriminación religiosa, usando como ejemplo lo sucedido en la Alemania nazi contra la raza judía. Se comenzó pequeñas violaciones de la libertad, hasta llegar a un «odio clamoroso, violento y bestial»: «Se comienza así, con un pequeño cosquilleo que se hace a la opinión pública, y después, paulatinamente, manejando los periódicos, manejando las televisiones, introduciéndose en el poder judicial y en tantos otros grupos que no menciono, pero que podemos imaginar, que actúan subterráneamente en la sociedad. Es así como lentamente se llega a la verdadera persecución».

Mons. Piacenza señala que, Ayuda a la Iglesia Necesitada, está atenta no solo a las persecuciones violentas y clamorosas, sino a esos gérmenes de discriminación con los que se va señalando a las comunidades cristianas: «Actualmente, la persecución la vemos de modo cruento allá donde se documenta. Y también nosotros, como Ayuda a la Iglesia Necesitada, investigamos y publicamos anualmente un volumen, allí se explica dónde, cómo, cuándo y quién. Pero diría que esta es la persecución más clamorosa, la que se ve, y comienza a crecer fuertemente. Pero después están las naciones donde, en realidad, no existen acciones por parte de la actividad política del Estado en cuanto tal. Porque, como se sabe, actualmente los Estado actúan con guante blanco. (…) Esto es, evidentemente, un modo de persecución incluso por parte de aquellos que no han manchado sus manos con sangre, pero que quizá son más criminales que aquellos que han realizado el acto, porque saben a dónde quieren llegar. Los otros son personas ignorantes y violentas, que exaltadas y dominadas han llevado a cabo el acto. Por lo tanto, hay muchos tiempos de violencia».

resu piacenza 3Pero no todo termina con señalar la persecución violenta de algunos países, hay otra persecución mucho más sibilina, pero tremendamente peligrosa: «Después está ese otro tipo de persecución… Porque, en el fondo, nosotros no podemos decir que no estamos perseguidos en Europa, en Canadá, en Estados Unidos... Cierto, no lo vemos externamente. Pero todas las presiones, las manipulaciones realizadas por los artículos de cierto tipo de prensa, por muchas redes televisivas, los tipos de invitaciones que se hacen a las mesas redondas, que después se difunden... También el modo de agrandar situaciones negativas y de silenciar en cambio las situaciones positivas… Todo esto es discriminatorio. Todo un tipo de cultura que es protegida y que avanza de un modo determinado. También el montaje de escándalos, que cuando se realmente se dan, se dan y son censurables y se deben perseguir. Evidentemente, perseguir no con violencia, porque en la iglesia nada se debe ser violento, pero sí con determinación absoluta. Pero después, están también los temas inflados, que después se revela como no se corresponden con la verdad. Pero ahí queda. Entonces, muy lentamente, todo contribuye a dar un sentido… Incluso, las burlas. También por el modo como se presenta la moral. Por ejemplo, respecto al respeto a la vida en todas sus fases, se presenta una casuística exagerada, y construirla después lentamente, con lo que se burla o desaprueba la posición cristiana, la posición católica, pero porque se parte de un particular. Y casos particulares existen y existirán siempre, sin calcular que toda la cultura cristiana, la verdaderamente cristiana, se inclina siempre hacia la persona que tiene necesitad, que está desesperada. Toda la historia cristiana lo documenta y está en el ADN de la educación cristiana. Entonces, cuando se habla de persecución, creo que se debe tener presente todos los tipos de persecución, realmente todos, y no solo aquellos que culturalmente son más correctos, sino todos».
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Sobre la posibilidad de una convivencia pacífica entre culturas diferentes y religiones diferentes en el mismo territorio, Mons. Piacenza explica: «Basta con observar la ley natural, pero la ley natural se ha convertido un pimpón, un juego de bolos. Lo que es claro es que, si se niega la ley natural, se niega el fundamento del diálogo. El diálogo es fundamental, pero el diálogo debe ser comprendido de un modo muy correcto. Es decir, yo, al dialogar no me desvisto de mis vestidos, sino que doy razones de los vestidos que llevo puestos, con calma, con serenidad, y escucho las razones que el otro tiene, y las confrontamos. Pero, a veces, se nos llena la boca de diálogo y después se actúa con una intolerancia absoluta».

Habla también sobre el proyecto de reconstrucción de las casas y barrios cristianos, lanzado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, y que permitiría el regreso de tantas familias a sus lugares de origen: «Tenemos esta especie de “Plan Marshall” que, para comprenderlo, sería algo similar a aquel otro con el que se ayudó a la Europa devastada tras la Segunda Guerra Mundial. (…) En Irak se ha hecho ya muchísimo, y en Siria se está haciendo, sobre dirigido a impulsar el regreso de los cristianos a estas tierras que son tierras maravillosas, que son lugares bíblicos, lugares donde están nuestras raíces. Los cristianos han estado siempre allí y han convivido pacíficamente también con los musulmanes. (…) Ya se han dado algunos pasos importantes en este sentido. (…) Hemos hecho y estamos haciendo todavía, la labor de reconstrucción de iglesias, de casas, dispensadores de alimentos, medicinas... Y, sobre todo, el hecho de proveer nuevamente a esta gente de casa sencillas, porque quieren regresar, pero ¿qué encuentran cuando regresan? Y también constituir un tejido socioeconómico, que consiga dar incentivos a los pequeños empresarios, a los artesanos... Se destinan pequeños fondos con ese objetivo». Y describe algunas historias, muy conmovedoras, de familias que han logrado reunirse gracias a Ayuda a la Iglesia Necesitada.
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Su Eminencia, el Card. Mauro Piacenza mira con esperanza al futuro porque: «Cristo ha resucitado. La victoria es del bien. Solo que estamos en la “gran tribulación”». El corazón del cardenal conserva un dolor y es comprobar que, mientras que en los países donde la persecución es cruenta se multiplican los mártires, en muchos países de occidente crece el proceso de descristianización: «Es necesario tener presente que nos estamos descristianizando de una manera rapidísima, muy rápidamente. Nos estamos acercando a la solemnidad de la Navidad, por ejemplo. Pero, en cuántos calendarios al 25 de diciembre lo llaman «Fiesta del invierno», Papá Hielo, Abuelo Hielo. Y a la Pascua la llaman la “Fiesta de la primavera”, la “Fiesta de los almendros en flor”. Y esto después de 2000 años de cristianismo. Nosotros estamos todavía chorreantes de la preciosa Sangre de Cristo derramado desde la Cruz, de la cual una sola gota trae la salvación al mundo entero. Y hacemos este negocio. Así como todos los enfrentamientos dentro de la Iglesia. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Continuamente! Es tiempo perdido, tiempo perdido, tiempo perdido ¡para la evangelización! Así lo veo yo. Tendríamos que arremangarnos y, sobre todo, consumiros las rodillas de tanto rezar arrodillados. Tendríamos que conocer la palabra penitencia, que no es una palabra triste, es una palabra llena de amor para solidarizarnos con nuestros hermanos que están allá, y poder reparar por todo el mal que estamos haciendo nosotros. (…) Persecuciones las habrá siempre porque somos signo de contradicción».

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