Mis manos están consagradas

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), no recuerda haber reflexionado durante su infancia y juventud sobre la posibilidad de ser llamado por Dios para ser sacerdote. De hecho, por diversas circunstancias, pero en especial por la atracción del mundo, acabó alejado de la Iglesia durante un tiempo. Hoy, tras catorce años de sacerdocio, D. Salvador Romero solo da gracias a Dios por haberle elegido, convencido de que el único sentido de su vida es ser instrumento para que Cristo pueda llegar a las almas a través de los sacramentos, especialmente el de la Sagrada Eucaristía.

  • «El poder de la gracia de Dios puede vencer todo pecado». El P. Félix López —superior general de los Siervos del Hogar de la Madre— habla sobre el sacerdote y el sacramento de la reconciliación. Es en este sacramento donde podemos experimentar el perdón y la paz que proceden de las llagas de Jesús. El pecador experimenta, igual que el «hijo pródigo», el abrazo del Padre misericordioso que le invita a la conversión y a que no peque más. El P. Félix habla también de la importancia de la confesión para el mismo sacerdote.

     

     

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