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Los santos nos invitan a elevar la mirada «Hacia lo Alto», hacia el Cielo, hacia Dios. Nos invitan a no quedarnos en lo que el mundo nos ofrece, sino a poner nuestro corazón en los bienes eternos y verdaderos. La subida a esta cima puede costarnos esfuerzo, pero merece la pena. Los Siervos y Siervas del Hogar de la Madre nos presentan en este programa las vidas de aquellos que ya han alcanzado la meta y que nos invitan a mirar «Hacia lo Alto».

 

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San Maximiliano vivió completamente enamorado de la Virgen, amándola y haciendo amar a aquella a quien ofrecía cada día toda su vida. Siendo sacerdote franciscano fundó la Milicia de la Inmaculada y propuso a todos sus miembros llevar la medalla de la Milagrosa, arma más fuerte que cualquier bala que pueda uno tirar contra el enemigo para vencerle. Un santo que murió dando su vida por caridad en el campo de concentración de Auschwitz tiene mucho que enseñarnos hoy. No te pierdas su historia en «Hacia lo Alto», de la mano de Marta del Pilar Calandra.

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San Isaac Jogues y la Eucaristía

En este «Hacia lo Alto» el P. Luke DeMasi —Siervo del Hogar de la Madre— nos recuerda el interés que Dios tiene por la conversión del hombre y la reverencia del hombre a Dios en la Sagrada Hostia, en la Santa Misa, con la vida de San Isaac Jogues, misionero jesuita del siglo XVII, que fue junto con otros jesuitas a las Américas y a Canadá para evangelizar a los indios salvajes. Fue misionero de Cristo y por Cristo murió. Fue cruelmente martirizado durante la evangelización de los indios, y en un momento de la tortura que sufrió, cuando le cortaron el pulgar con una concha, San Isaac Jogues dijo: «Señor te ofrezco mi dedo POR TODAS LAS MISAS QUE YO HE OFRECIDO INDIGNAMENTE». San Isaac Jogues nos recuerda que solo podemos hacer la voluntad de Dios con Dios en nosotros: la Eucaristía.

S. Enrique de Ossó y la Eucaristía

En este «Hacia lo Alto», el P. René Zambrana —Siervo del Hogar de la Madre— nos presenta la vida de un enamorado de Jesús Eucaristía: S. Enrique de Ossó. Desde muy joven tuvo una fe muy fuerte en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Muestra de ello fue su reacción durante una procesión eucarística a la que asistía con su padre. Quiso salir corriendo para estar más cerca de Jesús, pero, para que su padre no se quedara solo, pagó a uno de sus amigos para que se quedara con él. S. Enrique de Ossó tenía tal delicadeza con Jesús Eucaristía que, para prepararse para recibirlo, se confesaba con mucha frecuencia.

San Juan Neumann y la Eucaristía

En este «Hacia lo Alto», el P. René Zambrana —Siervo del Hogar de la Madre— nos habla de San Juan Neumann, religioso redentorista, fundador y obispo de Filadelfia, amante de la Eucaristía.
Después de la Santa Misa se quedaba media hora dando gracias a Dios, y este acto de amor le fue recompensado con una experiencia de carácter eucarístico, cuando preocupado por la organización de «las cuarenta horas», que consisten en la exposición de Jesús en la Eucaristía durante cuarenta horas, dudaba de si durante ese tiempo podría ser profanado. Jesús le confirma que es voluntad divina la realización de las cuarenta horas. Una noche, San Juan Neumann se queda dormido encima de los papeles del escritorio, y cuando se despierta, ve que la vela que estaba en su escritorio se había caído y las llamas estaban encima de los papeles, pero sin quemarse, y San Juan Neumann escuchó en su corazón que Jesús le decía: «De la misma forma que esa vela no era peligro para el papel, así también mi presencia eucarística no será ocasión de pecado ni peligro para Mí». San Juan Neumann nos recuerda la confianza y la presencia real de Jesús en la Eucaristía por amor a nosotros.

San Nicolás Owen y la Eucaristía

El P. Luke DeMasi —Siervo del Hogar de la Madre— nos presenta en este «Hacia lo Alto» la misión que Dios encomendó a San Nicolás Owen de defender la Eucaristía a través de la protección de los sacerdotes. En el siglo XVI, los ingleses comenzaron una persecución a sacerdotes, llamada también «la caza de los sacerdotes». Dios había dotado a San Nicolás de una inteligencia y audacia para construir casas con cuartos secretos donde esconder como máximo tres sacerdotes, y cada casa debía ser diferente, para que no sospecharán si en algún momento descubrieran a alguno. San Nicolás, antes de empezar la construcción de cada casa comulgaba, pues era Jesús Eucaristía la razón de todo lo que hacía. Owen muere después de ser cuerdamente torturado por no revelar los escondites secretos y así haber podido prolongar la presencia de Dios en este mundo.

Santa Teresa del Niño Jesús

En este «Hacia lo Alto», el P. Félix López —Superior general de los Siervos del Hogar de la Madre—, nos recuerda con la vida de Sta. Teresa del Niño Jesús, que Dios es amor, que Jesús Eucaristía es amor y que tenemos la gracia de recibir al que es Amor para poder amar al prójimo. Sta. Teresa, al poco de ingresar en el convento, junto con otra hermana, afrontó el cuidado de todas las hermanas del convento, enfermas por una epidemia de gripe que afectó a la mayoría de la comunidad. Fue la Eucaristía su fuerza para amar y cuidar a sus hermanas.

San Antonio María Claret y la Eucaristía

En este programa de «Hacia lo Alto», el P. Luke DeMasi —Siervo del Hogar de la Madre— nos recuerda el poder del amor de Jesús Eucaristía con la vida de San Antonio María Claret. San Antonio fue un religioso español, misionero apostólico, arzobispo de Santiago de Cuba, confesor de la Reina Isabel II de España, fundador de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y de la congregación de las religiosas de María Inmaculada, misioneras Claretianas. Los doctores que le atendían no podían explicarse cómo podía seguir con gran ánimo y decían de él: "Hay una fuerza sobrenatural que está empujando a ese hombre".
El amor que tenía a Jesús Eucaristía le llevó a recibir la gracia de preservar las especies eucarísticas en su corazón minutos después de recibirlo en la comunión.
Con su vida podemos ver la importancia de la acción de gracias, la presencia de Jesús vivo realmente en la Eucaristía y el amor que Dios hecho hombre tiene por nosotros.

San Estanislao de Kostka y la Eucaristía

En este «Hacia lo Alto», la Hna. Isabel Jordán —Sierva del Hogar de la Madre— nos recuerda la fuerza de Jesús presente en la Eucaristía con la vida de San Estanislao Kostka. San Estanislao luchó por comulgar todos los días en un tiempo en el que el protestantismo estaba en todo su auge en Viena en su estadía en Austria. Había un odio ferviente contra Jesús en la Eucaristía, contra la Misa, contra la Virgen, y sumado a esta lucha, su hermano intenta alejarlo de la fe invitándolo a fiestas y a una vida cómoda.
A su corta edad empieza una vida mística y conoce que la voluntad de Dios es que se consagre en la Compañía de Jesús. A los dieciocho años entra y a los diez meses de ingresar en la Compañía, durante la tarde de la festividad de San Lorenzo mártir, el 10 de agosto de 1568, Estanislao cayó enfermo. Entregó a sus compañeros una carta dedicada a la Virgen María rogándole que lo llamara a los cielos para celebrar la fiesta de la Asunción de María con ella. El 15 de agosto, alrededor de las 4 de la mañana, mientras estaba absorto en sus oraciones, fallece un gran amante de Jesús Eucaristía y de la Virgen Madre.

Santa Teresa del niño Jesús y su primera comunión

En este «Hacia lo Alto», el P. Félix López —Superior general de los Siervos del Hogar de la Madre—, recuerda que la Primera Comunión de Sta. Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz fue «como el primer beso de Jesús a su alma». Ya desde muy pequeña, Sta. Teresita conoció a Dios en su misma familia. De hecho, su casa parecía «una escuela de santidad», donde se sembró la semilla del amor a la Eucaristía que preparó su corazón para poder recibirlo.

Beata Pierina Morosini y la Eucaristía

En este «Hacia lo Alto», la Hna. Isabel Jordán —Sierva del Hogar de la Madre— nos recuerda que, a los que luchan por ser limpios de corazón, la Eucaristía les da la fuerza para ser fieles tanto en las pequeñas cosas como en las más difíciles, como es el martirio. Pierina Morosini luchó por defender su fe asistiendo diariamente a la Eucaristía, aun cuando ponía en riesgo su vida. Estuvo presente en la beatificación de Santa María Goretti y, ante el desprecio de uno de los presentes por el sacrificio de María Goretti, exclamó: «Yo también me dejaría matar... ¡Me gustaría! ¡Qué alegría! ¡Yo también!». Dios escuchó el deseo del corazón de Pierina y un día, saliendo del trabajo, fue atacada con la intención de ser violada. Ante su heroica resistencia, fue golpeada brutalmente en la cabeza hasta morir. Esta es la gloria de Dios en la vida de los limpios de corazón que se alimentaron de la Eucaristía y ahora pueden ver a Dios.

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