D. Luis F. Ochoa de Aranda

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), fue rescatado ―por la misericordia de Dios― de la oscuridad del pecado, e irá desgranando a lo largo de este bloque de «El Sacerdote» su historia. Provenir de una familia fervientemente católica no le impidió alejarse de Dios. D. Luis hizo experiencia de lo que significa ser libre y las consecuencias que tiene bajar los brazos en la lucha espiritual y dejar la oración. Quizás por eso, una de las cosas que tiene ahora más claras es la importancia de que los sacerdotes sean los primeros en confesarse, porque, si ellos no se confiesan, ¿cómo van a pedir a los fieles que lo hagan?

La fe eucarística de la Iglesia

Para D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), celebrar y recibir la Eucaristía diariamente es algo esencial. Si el sacerdote quiere identificarse verdaderamente con Jesucristo, no puede prescindir de este Sacramento. Hoy muy poca gente sabe el misterio que se contiene en la Hostia consagrada: Dios mismo baja a su alcance para santificar sus almas, pero, están tan desorientados por el mundo, que no solo no acuden a este Sacramento sino que lo desprecian. Como cristianos no podemos quedarnos indiferentes ante esta situación. Tenemos que cumplir la misión que se nos ha encomendado de defender y dar a conocer este misterio.

Si no rezas, decreces

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), recuerda que todo el mundo necesita acudir al sacramento de la Confesión: sacerdotes, religiosas, adultos, jóvenes e incluso los niños. El Señor, conociendo esta necesidad, se encarnó y ofreció su vida en la Cruz para que nosotros tuviésemos vida. Y Él, a través de sus sacerdotes, perdona y derrama su gracia en los corazones que, arrepentidos de sus pecados, quieren serle fieles. No tenemos que sorprendernos de nuestros pecados, sino maravillarnos de la misericordia de Dios que nos da infinitas oportunidades para que podamos empezar de nuevo.

No desperdicies su misericordia

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), recuerda que todo el mundo necesita acudir al sacramento de la Confesión: sacerdotes, religiosas, adultos, jóvenes e incluso los niños. El Señor, conociendo esta necesidad, se encarnó y ofreció su vida en la Cruz para que nosotros tuviésemos vida. Y Él, a través de sus sacerdotes, perdona y derrama su gracia en los corazones que, arrepentidos de sus pecados, quieren serle fieles. No tenemos que sorprendernos de nuestros pecados, sino maravillarnos de la misericordia de Dios que nos da infinitas oportunidades para que podamos empezar de nuevo.

Necesitamos a la Virgen María

¿Quién mejor que María para enseñarnos cómo agradar a su Hijo? Nuestra Madre actúa siempre de forma sencilla, escondida y, sobre todo, siguiendo siempre la voluntad de Dios. D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos invita a imitarla y meditar en el misterio de su maternidad para con nosotros. Jesús no nos dio a su madre de manera figurativa e imaginaria, sino que, una vez pronunciadas las palabras: «Ahí tienes a tu Madre», María pasó a ser nuestra madre de modo real. Por lo tanto, no despreciemos este regalo tan grande que nos hizo Dios.

Mi alma buscaba la Verdad

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), desde los dieciocho años había sacado a Dios de su vida para poder vivir como él quería. Una vez terminados los estudios universitarios, por temas de trabajo, siempre andaba viajando de un lugar a otro. Durante una estancia en México recibió la noticia de la muerte de su hermano. Fue un momento muy doloroso que le obligó a parar en seco y a hacer un exhaustivo examen de su vida. Este acontecimiento le hizo reavivar la necesidad de encontrar la verdad, el sentido último de la vida. Después de desechar todo lo que el mundo le proponía como verdad y que realmente no lo era, se encontró finalmente con la única Verdad: Jesucristo.

Los detalles de Dios

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), se rindió al Señor al darse cuenta de que si seguía negando darle su «sí» al Señor, nunca alcanzaría la verdadera felicidad. Al acabar sus estudios en la Facultad de Teología, le anunciaron que sería ordenado sacerdote el 13 de junio de 2015, una fecha con gran valor en su vida, ya que siete años antes, ese mismo día, había fallecido su padre. D. Luis vio en esto no una mera coincidencia, sino un regalo que el Señor le hacía para demostrarle que a Él no se le escapa nada, y que le ayudaría, con su gracia, a desempeñar el ministerio que estaba poniendo en sus pequeñas manos.

Un don poco valorado

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), reflexiona en este primer programa de este bloque de «El sacerdote» acerca del don del sacerdocio y de los peligros que lo acechan actualmente. Considera que lo peor que le puede ocurrir a un sacerdote es que no proclame la conversión al mundo y que él mismo se convierta al mundo. El sacerdote no debe olvidar el mandato que ha recibido por medio de Jesucristo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 9-15). La conversión de los pecados, la confesión frecuente, la certeza de que existe el gozo eterno del Cielo, pero también la posibilidad de una condenación eterna, son algunos de los temas sobre los que el sacerdote no puede dejar de predicar.

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