10 minutos con Jesús: La habitación del grito
- Sección: Meditaciones-homilías
- Categoría: 10 minutos con Jesús
Entrégate al Señor aunque no le sientas en tu corazón, pues Él te lleva en sus brazos aunque no le sientas.
Entrégate al Señor aunque no le sientas en tu corazón, pues Él te lleva en sus brazos aunque no le sientas.
«En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús».
Estés haciendo lo que estés haciendo, siempre puedes unir tu corazón a Dios con una breve jaculatoria.
Convertirse implica ir de algo peor a algo mejor, es adherirse a algo más bello. Para un cristiano, la conversión implica abrirse totalmente a Cristo.
«Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre».
Jesús te ama con locura.
En esta ocasión, el P. Christopher Hartley, en «Palabras de vida desde la misión», comenta el Evangelio del llamamiento de san Mateo y explica que el apóstol, ante las palabras de Jesús, no se lo piensa, sino que lo deja todo y se va tras Él sin mirar atrás. El Señor también nos llama a cada uno de nosotros, ¿tenemos esta misma actitud?
El Señor no llama a los capacitados, sino que capacita a los elegidos.
Comentando el Evangelio del paralítico que descolgaron por el tejado para que Jesús lo curara, el P. Christopher Hartley, en esta homilía de «Palabras de vida desde la misión», nos dice que tenemos que luchar con una determinada determinación para alcanzar la santidad, y para extender el Evangelio. Todo sin rendirnos, sin excusarnos, sin echar la culpa al otro.
«Cuando Jesús salía de allí, dos ciegos lo seguían gritando: “Ten compasión de nosotros, hijo de David”. Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: “¿Creéis que puedo hacerlo?” Contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que os suceda conforme a vuestra fe”. Y se les abrieron los ojos».
Cuanto más nos acerquemos al Señor, más experimentaremos cómo Él nos limpia de todos nuestros pecados y miserias. Este es el tema central que subraya el P. Christopher Hartley, en este programa de «Palabras de vida desde la misión», añadiendo que, una vez que he sido devuelto a la vida, ya no puedo malgastar mi vida, sino que tengo que entregarme por la causa de Jesucristo.
El encuentro con Jesús llena el corazón y cambia la vida entera.
¿Cuál es el fin por el que haces las cosas?
«Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras».
Hemos sido creados para amar. Pidamos al Señor poder amar como Él: sin miedo, sin medida, hasta dar la vida.
En este podcast de «Palabras de vida desde la misión», el P. Christopher Hartley afirma que estamos hechos para Dios y nuestro corazón debería descansar en Él. Deberíamos anhelar estar a solas con Aquel que nos ama y que puede cambiar las tempestades en paz, Aquel que puede curarnos de todas las enfermedades que tenemos en el corazón, Aquel que puede transformarnos hasta hacernos uno con Él.
«Hago nuevas todas las cosas».
El Señor no nos elige por nuestras capacidades, sino solo porque nos ama.
«En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”».
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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