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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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En este primer programa de «El Sacerdote», el P. José María Alsina Casanova nos habla sobre el sacerdocio y de cómo este es un reflejo del mismo Corazón de Cristo. Sólo se puede comprender el sacerdocio desde el amor inmenso de Jesús y desde el amor con el que Él se ofrece como víctima por nosotros al Padre. Los signos del Corazón de Jesús caracterizan la entrega total del sacerdote que debe dar la vida hasta el final unido a la cruz, siendo capaz de compadecerse de los pecadores y sabiéndose llamado a arder en el fuego del amor de Cristo.

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Mi vida pertenece a Dios

Siempre ha costado entender la vida sacerdotal y, sobre todo, el celibato. Muchas voces han sostenido que este tipo de vida es una fuente de frustraciones para el sacerdote. Pero no es así. El sacerdote escoge libremente esta forma de vida para identificarse más con Jesucristo. D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), tiene clarísimo que él es solo de Dios y que es esa unión íntima con Él la que le permite estar disponible para las necesidades de los demás. Continuando su reflexión, D. Pablo ve necesario el uso de un distintivo sacerdotal que muestre visiblemente que el sacerdote es de Dios y que solo nos dará a Dios.

En la Eucaristía está todo

D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), señala que, aunque el sacerdote no tiene obligación de celebrar la Santa Misa diariamente, solo el domingo, debe recordar la palabra de Cristo, que dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn 6, 53). El sacerdote tiene esta posibilidad de comulgar a diario: ¿y no va a hacerlo? La Santa Misa nos ofrece la oportunidad de tener a Dios entre y en nosotros. No podemos prescindir de la Eucaristía como si fuera una cosa más en nuestro día.

Guarda un tiempo para la oración

Un sacerdote que no reza corre el peligro de perder su ministerio, no porque no tenga vocación, sino porque las cosas del mundo acabarán por atrapar su corazón para arrastrarlo lejos de la voz de Dios. Sabiendo esto, D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), guarda siempre al menos una hora al día para estar a solas con el Señor, expuesto en la custodia. Allí, en esa soledad con Dios, el alma encuentra la intimidad con su Creador, y este le muestra las cosas que aún debe purificar, aquellas otras contra las que debe luchar y reaviva el recuerdo de por qué vive, por qué está luchando, por qué es sacerdote y cuál es su meta final: glorificar a Dios con su vida y alcanzar la vida eterna.

El presbítero también es limitado

Es cierto que el presbítero debe estar sobre sí mismo más que un laico porque representa a Jesucristo y, por lo tanto, no puede comportarse ni expresarse de cualquier forma. Pero D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), subraya que es importante que el pueblo, y el mismo sacerdote, recuerden que el presbítero sigue siendo un ser humano, limitado, para el que las caídas y los fallos entran dentro del día a día. El problema no está en caer, sino en no levantarse, o aún peor, no luchar para evitar esa caída.

Dios siempre cumple sus promesas

D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), vio llegar el día tan esperado de su ordenación sacerdotal como el cumplimiento de la promesa que el Señor hizo de sostenerle. Aparentemente, todo sigue igual después de la ordenación. Pero la realidad es que no es así: el presbítero queda consagrado a Dios y, si es fiel a lo prometido ese día, el Señor realizará a través suyo obras que ni el mismo ministro puede imaginar.

Sin el Señor no tengo nada

Para D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), la práctica de la fe católica ha sido, desde la niñez, algo natural. De hecho, sus padres siempre han estado abiertos a lo que Dios pudiera pedir de cada uno de sus hijos y los ofrecieron a la Virgen con esta oración: «De nuestros hijos, coge a los que quieras». D. Pablo, aunque lo sabía, pensaba que su vocación era la matrimonial y orientaba toda su vida, sus estudios y los posibles trabajos, con relación a esta idea. Sin embargo, Dios tenía otros planes. Comenzó a comprenderlo con mayor claridad en la beatificación del papa Juan Pablo II.

  • D. José García Hernández —sacerdote de la Diócesis de Alcalá de Henares—nos explica el verdadero significado del celibato sacerdotal, signo de entrega sin reservas a Cristo, para lo cual es necesario que el sacerdote tenga un corazón indiviso, es decir, sin divisiones, solo y exclusivamente para Dios. La misma entrega, el mismo amor que un marido pone en su mujer y en sus hijos, el sacerdote lo tiene que poner con toda la Iglesia. Y por ello, D. José García Hernández nos invita a preguntarnos: «¿Por qué al sacerdote se le pide amar tanto?».

     

     

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