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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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En este programa, D. Valentín Aparicio Lara nos habla de su experiencia al recibir el sacramento del orden y del regalo tan grande que fue para él. Nos explica cómo el que es ordenado sacerdote es transformado y, a pesar de sus miserias y pobrezas, Dios le elige y le consagra para poder obrar maravillas a través de él. El don del sacerdocio es poder participar en esa vida de felicidad que procede de pertenecer a Dios.

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Guarda un tiempo para la oración

Un sacerdote que no reza corre el peligro de perder su ministerio, no porque no tenga vocación, sino porque las cosas del mundo acabarán por atrapar su corazón para arrastrarlo lejos de la voz de Dios. Sabiendo esto, D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), guarda siempre al menos una hora al día para estar a solas con el Señor, expuesto en la custodia. Allí, en esa soledad con Dios, el alma encuentra la intimidad con su Creador, y este le muestra las cosas que aún debe purificar, aquellas otras contra las que debe luchar y reaviva el recuerdo de por qué vive, por qué está luchando, por qué es sacerdote y cuál es su meta final: glorificar a Dios con su vida y alcanzar la vida eterna.

El presbítero también es limitado

Es cierto que el presbítero debe estar sobre sí mismo más que un laico porque representa a Jesucristo y, por lo tanto, no puede comportarse ni expresarse de cualquier forma. Pero D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), subraya que es importante que el pueblo, y el mismo sacerdote, recuerden que el presbítero sigue siendo un ser humano, limitado, para el que las caídas y los fallos entran dentro del día a día. El problema no está en caer, sino en no levantarse, o aún peor, no luchar para evitar esa caída.

Dios siempre cumple sus promesas

D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), vio llegar el día tan esperado de su ordenación sacerdotal como el cumplimiento de la promesa que el Señor hizo de sostenerle. Aparentemente, todo sigue igual después de la ordenación. Pero la realidad es que no es así: el presbítero queda consagrado a Dios y, si es fiel a lo prometido ese día, el Señor realizará a través suyo obras que ni el mismo ministro puede imaginar.

Sin el Señor no tengo nada

Para D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), la práctica de la fe católica ha sido, desde la niñez, algo natural. De hecho, sus padres siempre han estado abiertos a lo que Dios pudiera pedir de cada uno de sus hijos y los ofrecieron a la Virgen con esta oración: «De nuestros hijos, coge a los que quieras». D. Pablo, aunque lo sabía, pensaba que su vocación era la matrimonial y orientaba toda su vida, sus estudios y los posibles trabajos, con relación a esta idea. Sin embargo, Dios tenía otros planes. Comenzó a comprenderlo con mayor claridad en la beatificación del papa Juan Pablo II.

Mi experiencia apostólica

El P. Antonio Turú Rofes, mCR, es el superior general de la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Desde que fue ordenado sacerdote ha vivido momentos tanto de satisfacción pastoral como de turbulencias e incluso persecuciones. Pero, en cada una de esas situaciones, ha visto la mano providente de Dios, que de una forma u otra le ha socorrido, sostenido y dado la fuerza que necesitaba en cada momento. El P. Antonio compartirá con nosotros algunas de las experiencias apostólicas que más le han ayudado a crecer en la fe en Dios y le han alentado a querer desgastar su vida para que muchas almas conozcan y se acerquen a Dios.

El sacerdote representa a Cristo

El P. Antonio Turú Rofes, mCR, superior general de la Sociedad Misionera de Cristo Rey, explica que, a partir de su ordenación sacerdotal, ese hombre es un representante auténtico de Jesucristo. Por eso no puede hablar ni actuar de cualquier manera. Ha sido consagrado por Dios y para Dios. Cristo le confía la misión de permitirle actuar a través suyo las veinticuatro horas del día. Solo el sacerdote puede consagrar, solo él puede dar la absolución, es decir, devolver la vida de la gracia al alma. El P. Antonio pide oraciones por los sacerdotes para que sean conscientes del don que poseen y nunca traicionen las promesas que un día hicieron ante su obispo y ante Dios.

  • «El poder de la gracia de Dios puede vencer todo pecado». El P. Félix López —superior general de los Siervos del Hogar de la Madre— habla sobre el sacerdote y el sacramento de la reconciliación. Es en este sacramento donde podemos experimentar el perdón y la paz que proceden de las llagas de Jesús. El pecador experimenta, igual que el «hijo pródigo», el abrazo del Padre misericordioso que le invita a la conversión y a que no peque más. El P. Félix habla también de la importancia de la confesión para el mismo sacerdote.

     

     

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