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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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En este primer programa de «El Sacerdote», el P. José María Alsina Casanova nos habla sobre el sacerdocio y de cómo este es un reflejo del mismo Corazón de Cristo. Sólo se puede comprender el sacerdocio desde el amor inmenso de Jesús y desde el amor con el que Él se ofrece como víctima por nosotros al Padre. Los signos del Corazón de Jesús caracterizan la entrega total del sacerdote que debe dar la vida hasta el final unido a la cruz, siendo capaz de compadecerse de los pecadores y sabiéndose llamado a arder en el fuego del amor de Cristo.

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El mérito no es nuestro

El sacerdote siempre corre el peligro de olvidarse de que su ministerio lo ha recibido de Dios y no debería gloriarse por lo que hace, sino glorificar a Dios constantemente por haber querido utilizar sus pobres manos para hacer llegar a todos los hombres su gracia. D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), lo tiene muy presente. Sabe que las conversiones de las que ha sido testigo no han sido obra suya, sino solo de Dios y que, cada vez que pronuncia las palabras «Esto es mi Cuerpo» y «Esta es mi Sangre», Jesucristo mismo utiliza sus manos para hacerse presente bajo las especies de pan y vino. Esto es un misterio que solo se entiende si uno se pone las gafas de la fe porque, desde una visión meramente humana, es imposible de comprender.

El ministerio sacerdotal

Para cerrar este bloque de «El Sacerdote», D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), tocará dos puntos importantes dentro del ministerio sacerdotal: el sacramento de la confesión y la oración del sacerdote. D. Salvador aclara que la confesión no es un acompañamiento psicológico de la persona, sino una sanación del alma que, arrepentida de sus pecados y con propósito de no volver a pecar, busca el perdón de Dios. Con respecto de la oración, todos los cristianos debemos tener fe en que nuestra oración es poderosa, pero el sacerdote debe creer esto con mayor fuerza, ya que él es Alter Christus y, a través de él, Jesucristo quiere derramar abundantes gracias en las almas de los fieles para fortalecerles en su lucha por alcanzar el Reino de los Cielos.

La Sagrada Eucaristía

¿Sabes cuál debe ser el centro de la vida cristiana? ¿Te han explicado quién se encuentra en la Sagrada Eucaristía? D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos responde a estas dos preguntas ahondando en el misterio de la Santa Misa. Él nos anima a acudir a este sacramento no solo el domingo, para cumplir el precepto dominical, sino todos los días. Si te ofrecieran un tesoro, no dudarías en ir a por él, esté donde esté; pues con mayor razón, deberíamos acudir diariamente a la Santa Misa, donde Jesucristo se nos da entero, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Este es el gran tesoro que el Señor ha querido dejarnos hasta que Cristo vuelva.

La oración es imprescindible

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos advierte de los diferentes peligros que corre nuestra vida espiritual si no guardamos un tiempo de nuestro día para la oración. Por medio de la oración, preferiblemente ante el Santísimo Sacramento expuesto, nuestra alma entra en comunicación con Dios y Él nos descubre los designios que tiene para nuestra vida. De este momento del día, junto con el sacramento de la Eucaristía que recibimos en la Santa Misa, los cristianos obtenemos la fuerza y la gracia necesarias para enfrentar el combate espiritual. Si lo descuidamos, nos arriesgamos a vaciarnos de Dios y, llenos solo de nosotros mismos, nos acabaremos alejando de Él.

La maternidad de María

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), atribuye a su madre su devoción a la Virgen María. Desde muy pequeño, su madre le animaba al rezo del rosario y a tener una relación cercana con María. Al inicio de su conversión, D. Salvador traerá a la memoria todas estas enseñanzas que recibió durante su infancia. El día en que decidió realizar la consagración a la Virgen María, temía si iba a ser capaz de ser fiel a su promesa, pero su madre le animó diciendo: «Tú hazlo, que Ella pondrá el resto». Y así fue. Desde ese día ha sentido muy cercana la presencia de María y su ayuda en los momentos más difíciles de su vocación.

 

Me salvó su misericordia

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), a pesar de haber recibido una educación cristiana por parte de su familia, ya a los quince años se desvió de su camino olvidándose completamente de todo lo aprendido. Debido a las malas influencias de su entorno, acabó metido en el mundo de las drogas. Sorprendentemente, a pesar de encontrarse en esa situación, sentía fuertemente la presencia del Señor intentando prevenirle de los peligros que su alma podía sufrir si seguía viviendo de esa forma. Solo muchos años después, tras una oración en el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela, recibió la fuerza que necesitaba para apartarse definitivamente del mundo del pecado. Y, tras un largo camino de conversión, descubrirá que ha sido elegido para ser solo de Dios.

  • D. José García Hernández —sacerdote de la Diócesis de Alcalá de Henares—nos explica el verdadero significado del celibato sacerdotal, signo de entrega sin reservas a Cristo, para lo cual es necesario que el sacerdote tenga un corazón indiviso, es decir, sin divisiones, solo y exclusivamente para Dios. La misma entrega, el mismo amor que un marido pone en su mujer y en sus hijos, el sacerdote lo tiene que poner con toda la Iglesia. Y por ello, D. José García Hernández nos invita a preguntarnos: «¿Por qué al sacerdote se le pide amar tanto?».

     

     

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