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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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En este programa de «El Sacerdote», el P. Ramón Martín, sacerdote diocesano de Valencia, culmina este bloque concretizando cómo hay que vivir el ministerio sacerdotal. Su respuesta es: «Mirar a Cristo». En cualquier misión o apostolado que el sacerdote tiene encargado, lo fundamental es que no quite los ojos de Cristo. El P. Ramón recuerda a los sacerdotes que las almas van buscando a Cristo, y por eso el sacerdote tiene que desaparecer y así poder transformarse totalmente en Cristo por el bien del pueblo santo de Dios. «Que Él sea el centro de nuestras vidas», y así se puede llevar a Cristo a las almas.

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Fundamento de mi sacerdocio

El P. Luke DeMasi, Siervo del Hogar de la Madre, considera que el sacerdote necesita tener el Santísimo en casa y reservar un momento del día donde mediante la oración, su alma pueda recibir la fuerza que necesita para afrontar los trabajos y dificultades de cada día. No hacerlo de forma humana sino mirando siempre la voluntad de Dios, ya que el sacerdote sin oración finalmente es consumido por el mundo y se convierte en un simple funcionario dejando de lado las cosas de Dios para ocuparse solo de las del mundo.

El amor de una Madre

El P. Luke DeMasi, Siervo del Hogar de la Madre, experimentó a la Virgen María como madre por primera vez tras un intenso periodo de lucha espiritual durante su juventud. Ahora, como sacerdote, él es consciente de que su presencia es mucho mayor. Nos invita a invocar con más frecuencia a María para que, como buena Madre que ama a sus hijos, pueda corregir nuestras faltas, enseñarnos a ser verdaderos cristianos y nos guíe por el camino de la fe.

Yo vivo de la Eucaristía

El P. Luke DeMasi, Siervo del Hogar de la Madre, recuerda que la Santa Misa no es una simple «representación» del sacrificio de la Cruz, sino que es el mismo sacrificio del Calvario. Destaca cuánta necesidad hay de oración y de reparación a causa del abandono y las ofensas que en la actualidad sufre el Señor en este sacramento. Los sacerdotes deben desempeñar su ministerio sacerdotal en fidelidad no a sus propios ideales, sino a la Palabra de Dios.

«Tienes que ser mi sacerdote»

El P. Luke DeMasi, Siervo del Hogar de la Madre, experimentó la llamada al sacerdocio en el primer retiro espiritual que hizo en la universidad. La confesión le trajo una paz tan inexplicable que preguntó al Señor qué tenía que hacer para conservar esa paz toda la vida. El Señor le respondió al instante: «Tienes que dejar las malas amistades, y después tienes que ser mi sacerdote». El miedo le paralizó durante cuatro años, hasta que la Providencia puso en su camino a un sacerdote que le ayudó a descubrir el gran don que es ser elegido por Dios para ser sacerdote.

Don gratuito de Dios

«Yo quiero que tú seas mi sacerdote. Quiero que tú vayas donde Yo quiero ir, que seas mi representante en esta tierra». El P. Luke DeMasi, Siervo del Hogar de la Madre, fue ordenado sacerdote el 29 de abril de 2017, fiesta de Santa Catalina de Siena. Descubrió ese día que, tras ungirlas con los santos oleos, esas ya no eran sus manos, sino las de Cristo, y que tenía que ser consciente de lo que hacía con ellas. Pero lo que más le marcó fue la celebración de su primera Misa, al elevar por primera vez la Eucaristía y comprender lo que es el cuerpo de Cristo.

Señor, ¿qué quieres de mí?

D. Álvaro Almenar Picallo —vicerrector de la Basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia (España)— señala que en la vida cristiana no existe el paro, aquí todos tenemos una misión. Por ello, es importante el discernimiento para saber qué quiere Dios de mí. Dios no puede pedirnos algo que no podamos realizar y, además, Él quiere nuestra felicidad, por tanto, hacer su voluntad es garantía de felicidad. ¿Quieres ser feliz? Pregunta al Señor qué quiere de ti.

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